De los montes y valles de Tineo, de la tradición ganadera familiar, de la época en que no era extraño que un chaval de 13 años iniciara su andadura laboral. De aquel contexto, de aquel entonces, es Agustín Menéndez. Un hombre corriente, nacido en 1947, que comenzó a trastear por las salas de despiece de la mano de Jamones el Castillo. Un hombre corriente, sí, pero sin él no podríamos contar nuestra historia.
Esa historia que comenzó allá con las pesetas, con los tratos de palabra, con el papel de estraza, con el alquiler de un antiguo bar reconvertido en carnicería cuando el comercio de la carne estaba aún limitado por datos demográficos.
Echar la vista tantos años atrás supone rememorar toda una vida de trabajo, de sueños truncados, de esfuerzo y sacrificio, pero también de éxito y satisfacciones.
Con el coraje de quien apuesta por lo que ama, marchó a Madrid con 20 años y la ilusión de ser torero. Con el valor de quien fracasa y se reinventa, volvió a su tierra, tras no conseguirlo, y a los 24 abrió su primera carnicería. Aquella con la que empezó todo, en febrero de 1971, y en la que vendió su primer ternero, pagado a 35 pesetas el kilo. Esos detalles nunca se olvidan.
Meses después se casó con Ángeles Rodríguez, convirtiendo el negocio en familiar. Familiar, ¡literalmente!, porque, al año siguiente, poco le faltó a su hijo, llamado también Agustín, para nacer en el local.
No por suerte, sino por el buen hacer de la familia al frente del comercio y al buen género que se vendía en los mostradores, las cosas marcharon bien. De hecho, Agustín y Ángeles eran de los pocos que, además de vacuno, comercializaban ovino: traían desde Castilla camiones llenos de corderos que iban sacrificando según se iban vendiendo. Tocaba ampliar el establecimiento, de modo que antes de empezar la década de los 80 la Carnicería Agustín se trasladó a un local contiguo, más grande. Y ahí, en el número 12 de la calle El Fontán de Tineo, sigue desde aquella fecha.
Pero 50 años dan para mucho: para establecerse y también para crecer, para evolucionar, para innovar sin renunciar a los orígenes.
La familia llegó a abrir otro local en Soto de la Barca al instalarse allí la térmica, aunque posteriormente se cerró. Cuando el primogénito cumplió la mayoría de edad se incorporó al negocio, que empezó la diversificación al hacerse con el supermercado Uniper Agustín en Tineo. Seguirían la ampliación con otro supermercado en La Espina. Tanto el uno como el otro, que regentan la otra hija y la hermana de Agustín Menéndez, abastecen sus carnicerías con mercancía de Cárnicas Arango.
Ese espíritu emprendedor innato, junto a la oportunidad de mercado por la necesidad de adaptarse a las nuevas normas sanitarias de 1984, acabó dando lugar en 1999 a la apertura de la primera fábrica de despiece de la zona. Estos detalles también marcan.
Los 600 m2 de aquella nave de Cárnicas Arango pronto se quedaron pequeños. Hace apenas 6 años, en plena crisis, hubo que ampliarla hasta los 1600 m2 actuales. En ese momento, el espacio dedicado al despiece y al fresco se reduce para dar paso a un nuevo giro del negocio: la elaboración de embutido.
En este punto del relato, el recuerdo de los nombres y los logros se mezcla con el recuerdo de la tradición y los sabores de siempre. Porque el éxito de nuestro embutido es que se hace de forma rudimentaria y artesanal, como se hacía en casa toda la vida, aunque cumpliendo con las más estrictas garantías de salud y registro alimentario.
Chorizos, morcillas, lomos, salchichones, jamones, lacones, salazones, compangos, longanizas, pancetas, y la estrella, el Chosco de Tineo, salen de nuestra fábrica con altos estándares de calidad en homenaje, como no podía ser de otro modo, al empeño y que siempre se ha puesto en nuestra familia para ofrecer el mejor género.
Si la venta de vacuno fue el inicio de una industria familiar, la incorporación del porcino al negocio surgió cuando Agustín Menéndez hijo conoció a su suegro, cuyas granjas heredó. Sin duda, la visión emprendedora también va en los genes.
No sabemos cómo se irá reinventando Cárnicas Arango, pero sí tenemos claro que venimos del tesón, que seguimos la tradición de la familia y que la calidad de los productos es nuestro sello característico.
Celebrar nuestro 50 aniversario es celebrar la evolución de una carnicería tradicional a una organización / empresa con vocación de crecimiento, de innovación. No es solo la historia de una vida, sino la de varias vidas dedicadas a la producción cárnica, la que nos ha convertido en una referencia del sector. Y nos sentimos tremendamente orgullosos.
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